Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

26 agosto 2013

HISTORIA DE UN CONVERSO



     Durante el proceso de documentación de las entradas dedicadas al Arquitecto Huertas Toribio al asociar el nombre de Porcuna con este apellido nos hemos tropezado con la “Historia de un Converso”, natural de Porcuna (Jaén), que gastó mucha tinta en las rotativas de la prensa española de finales del XIX.
    Volvemos a encontrar el apellido relacionado con la construcción y las obras públicas, y de rebotadura con el republicanismo, el espiritismo, el librepensamiento y la francmasonería de escuadra y compás.
    El padre del futuro converso se llamaba Manuel Huertas Caballero, quien tras recibir enseñanzas en la Escuela Especial de Arquitectura de Madrid como Agrimensor-Aparejador (años 1857-1858) sería destinado a la Jefatura de Obras Públicas de la provincia de Granada, prestando servicios con la categoría de sobrestante en poblaciones como Loja, Guadix o Baza.
    De su matrimonio vinieron al mundo Juan y José, que en octubre de 1878, cuando apenas contaban 11 y 12 años, iniciaron estudios de Derecho y Medicina respectivamente en la Universidad de Granada. Por su precocidad y extraordinaria inteligencia eran conocidos como “los doctores”.

    Juan, el mayor de los hermanos, cuando fallece el padre en el año 1885, pasa a ocupar un empleo en las oficinas de Obras Publicas de la capital granadina, labor que compaginará con la de redactor en La Publicidad, periódico de línea editorial liberal-republicana.


    José Huertas Lozano (el futuro converso) a los 18 años ya era médico. En el verano de 1885, cuando la provincia de Jaén se ve azotada por la terrible epidemia de cólera morbo asiático, fueron requeridos sus servicios profesionales: “se desvivió con entusiasmo por atender a los enfermos por el ardor de su carácter”. Parece ser que durante esta breve misión por tierras jiennenses mantuvo algún contacto con grupos de espiritistas y masones.





    Los hermanos Huertas ya se hallaban iniciados en un grupo espiritista denominado “La Luz de la Verdad”:
    “Ha sido necesario que en una capital como Granada, una generación que cuenta veinte años, alce el grito de la libertad de pensamiento y de conciencia, para que despierte en sus paisanos el entusiasmo que yacía sujeto en el estrecho círculo en que se veía obligado a jugar su libertad de acción”.
    El joven médico José Huertas gr. 1º, adoptó por nombre simbólico el del espiritista francés Allan Kardec. Su hermano, el empleado, abogado y periodista Juan Huertas figura como Secretario con grado 1º de recién iniciado.

Las Dominicales del Libre Pensamiento (12 de abril de 1885)
    Los dos hermanos ideológicamente estaban adscritos a la familia del republicanismo progresista encabezada a nivel nacional por Manuel Ruiz Zorrilla.






    Juan Huertas fue Secretario de su Comité Provincial y como redactor de la Publicidad, en alguna ocasión sería objeto de persecución e incluso detenido por presunto delito de imprenta (1886). Consta la participación de “los doctores” como oradores en actos de propaganda organizados por el partido en la capital y diferentes pueblos de la provincia, así como su pertenencia a  la Sociedad de Fomento de las Artes de la que Juan fue Secretario hasta su prematuro fallecimiento en mayo de 1888.

El Defensor de Granada (8 de mayo de 1888)
    Quienes sufragan y figuran en la esquela mortuoria son el Ingeniero Jefe de Obras Publicas, el presidente del Comité Provincial Republicano Progresista y el de El Fomento de las Artes en ese mismo orden.
    El abogado, escritor y periodista Pascual Santacruz Revuelta le dedica unas elogiosas letras recordatorio en un artículo firmado en agosto de 1901:


   “La juventud  es hermosamente intransigente, impecáblemente revolucionaria. No he conocido más que uno de esos jóvenes. El malogrado Juan Huertas Lozano granadino ilustre joya robada por la muerte a la tribuna, al foro y a la democracia. Espíritu de diamantino temple le oía defender sus ideales con un brío moral que contrastaba con el aspecto exangüe de su pobre organismo minado por la tuberculosis.

    Y cuando recuerdo a aquel joven tan puro tan sabio y tan valiente, y le pongo en parangón con estas momias espirituales que mi alrededor bullen y charlan en frivolidad perpetua, me parece que la juventud democrática española murió con él y lo que es más triste que junto a su cadáver sólo florecen las plantas de la indiferencia y del olvido sin que broten por ahora los retoños de la renovación y de la vida”.

    A la muerte del Juan “orador elocuentísimo y fogoso, brillante esperanza del foro y de la política” su hermano José asume sus funciones dentro del Comité Provincial y le sustituye al frente de la Secretaria de la Sociedad del Fomento, cuya finalidad principal era la instrucción y el mejoramiento social de las clases obreras. José Huertas por esta época trabajaba como médico y secretario particular para el ingeniero de caminos y diputado a cortes Luis de Rute y Giner.

Repositorio Documental de la Universidad de Granada

     De la conferencia que pronunció José Huertas durante la apertura del curso 1888-1889 extraemos algunos párrafos en los que se elogia la labor de extensión cultural de esta asociación inspirada en los principios de la filantropía propios de la masonería con los que comulgaba:

   “Si hubieseis venido alguna noche a escuchar las explicaciones de las asignaturas que aquí se han cursado, habrías tenido sobrada ocasión de advertir que esos bancos que ahora ocupáis, estaban llenos de obreros; ya adultos de atezada faz y ceño endurecido, ya adolescentes de mirada penetrante y frente bañada por los restos del sudor del día, que, despreciando el cansancio, negándose a si mismos la fatiga, olvidando que de sol a sol prestaron su fuerza y su energía al concurso universal de la actividad humana; que dando pruebas de plausible vigor, y no parando mientes en el desfallecimiento que sus miembros enervara, acudían ansiosos a este lugar en el que esperaban recibir las lecciones. Aquí llegaban ávidos de enseñanza buscando ilustración, anhelosos de educar su entendimiento y su razón, porque comprendían que este es el único medio de arrebatarse a la ignorancia, de huir del bochornoso dominio de las pasiones y de salvar el abismo de la estupidez que, de no ser corregida, cuando no les lleva al idiotismo o el crimen, les deja entre las garras de otro monstruo cruel: la superstición”.

Construcción de la Gran Via (finales XIX)


    “Nada tan digno de respeto, nada tan sagrado para los que saben, como esclarecer el entendimiento de los que ignoran, correspondiendo de esta forma a los servicios que el obrero material le presta al mundo de las cosas, cumplen la ley de reciprocidad que sobre los unos y los otros vive, obligándoles a coadyuvar en común a la gran obra de la redención humana, realizada cuando haya alcanzado su mayor apogeo el ejercicio de Justicia inspirada en la absoluta Verdad y del Trabajo mantenido en los soberanos principios de la Ciencia”.
    El peso de las enseñanzas lo llevaba el apóstol del laicismo y veterano francmasón José Aguilera López
    En Las Dominicales del Libre Pensamiento de 14 de octubre de 1888 consta la pertenencia de José Huertas Lozano a la “Resp. Log. Numancia nº 202” de Granada, bajo los auspicios del G.O.E. con grado 3º y nombre simbólico Universo (Orador).


     Durante este tiempo se prodigó con su seductora oratoria en actos políticos y conferencias, como las desarrolladas en el propio Fomento de las Artes o en asociaciones o colectivos granadinos que reclamaban su comparecencia.

La Nueva Prensa  (4 de noviembre de 1888)


    El 11 de febrero de 1889 participaba en la localidad jiennense de Alcalá la Real en los actos conmemorativos del décimo tercer aniversario de la proclamación de la República, y el 24 en una velada fúnebre, organizada por la tertulia republicana de Baza, en memoria del Brigadier Villacampa.
      Durante el primer trimestre de 1889 en la sección de cartas al director del semanario granadino “La Nueva Prensa” mantuvo una educada controversia con Francisco Camps y Cortes que le acusaba de “cerrar contra la idea religiosa con chistes y falsedades de tomo y lomo” durante una conferencia que con el titulo de “Emigración e Inmigración” impartió en el local del Fomento de las Artes (calle Elvira nº 117).




    Ateniéndonos al título de su primera incursión en el mundo literario, una novela humorística que titula “Los hijos del capitán grajo en cualquier parte del mundo” editada a finales de 1888, cuya trama desconocemos, bien pudiera ser ella la responsable de la fama de anticlerical irreverente que Camps le atribuye. En los trabajos periodísticos a los que hemos tenido acceso, aunque se nos muestra firmemente anclado en sus posicionamientos ideológicos, no hemos encontrado en ellos ataques directos contra la clerecía.
     Al fallecer en abril de 1889 el ingeniero y diputado Luis de Rute (su único sustento) se desplaza hasta la capital de España con la idea de concurrir a oposiciones para ingresar como médico en la Armada. En Madrid hace amistad con un joven de Ayamonte llamado Antonio Pérez y Pérez Esteban que, viéndole atormentado, lo pone en contacto con la Compañía de Jesús. 
     

    Parece ser que andaba algo despechado con los francmasones madrileños que no le habían prestado la ayuda demandada e intentaron hacerle desistir de sus propósitos iniciales. Tras participar por invitación en unos ejercicios espirituales celebrados en el Colegio de los Jesuitas de Talavera de la Reina es cuando se produce su prodigiosa conversión, ingresando a renglón seguido como novicio y anunciándose su vestidura de sotana para el día de la Natividad de la Santísima Virgen María (8 de septiembre). 
     Antes dirigió una carta de retractación al Excmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo de Granada, don José Moreno y Mazón, que fue reproducida con alborozo en la prensa católica de los más dispares puntos del país:


     “Mi Venerable y amadísimo Prelado: A nadie mejor que V.E. debo dirigir este escrito, por qué nadie ha debido sentir más que V.E, mis extravíos pasados. Este hijo pródigo acude hoy de la manera que puede a echarse en brazos de su bondadoso padre, pidiéndole perdón de su extraordinaria maldad, como ya lo ha hecho como gran consuelo de su corazón, y con lágrimas de sus ojos, a la Majestad Soberana.
     Al meditar aquí en el retiro y el silencio de las verdades en que apenas había parado, he visto las cosas de un modo contrario a como antes las veía, he sentido mudado mi corazón y he creído.
     En virtud de la fe y gracia que el Señor, con su infinita Misericordia, me ha concedido, y ayudado por mi Madre y Señora la Inmaculada siempre Virgen María, declaro públicamente y ante la faz del mundo entero que creo y confieso todas y cada una  de las verdades de nuestra fe, que dios ha revelado a su Iglesia, y que ésta, con su magisterio infalible nos propone, que quiero vivir y morir en esta misma fe que de niño recibí, y luego por mi desmedida ambición y por tras los vanos y mentidos aplausos del mundo pisotee; que detesto y abomino todos los errores que en folletos, discursos y pública y privadamente manifesté".

La carta completa puede leerse en El Mahonés de 14 de septiembre de 1889.

    Lógicamente un caso como éste dio mucho juego tanto en la prensa de tirada nacional como en la provincial. El periódico jiennense El Norte Andaluz publica una pequeña reseña biográfica del converso en la trasciende su naturaleza porcunense:

   “Huertas Lozano es natural de Porcuna,  pueblo de esta provincia. Su padre fue sobrestante de obras públicas en Guadix, y luego pasó a Baza, donde sin duda empezó a recibir el hijo semilla de ideas religiosas, pues este pueblo ignorado por todos los conceptos, sólo aparece de relieve en las columnas de Las Dominicales del Libre Pensamiento.
      Azotada esta capital por el cólera morbo hace cuatro años, acudieron en su ayuda diferentes recursos y personas; una de estas era el médico Huertas Lozano, joven de veinte años, que se desvivió aquí por atender a los enfermos con el ardor de su carácter y entusiasmo nefando de sus ideas, que procuró diseminar, y diseminó en efecto, entre los pocos que las manifiestan acá.
      Hasta su retrato dejó en manos de sus amigos de Jaén  y así no es extraño que seamos nosotros los  que participan de la general alegría de ver convertido a un masón  que poco antes pisoteaba a Jesucristo y blandía la espada en el antro de los secretos a favor de la guerra contra la Iglesia católica, convertido, repetimos, en un Jesuita a quien el peso de la sotana seguramente ha de trocar en apóstol ardentísimo de la verdadera fe”.

     Las reacciones que se producen entre sus antiguos compañeros de comunión de ideas, así como noticias sobre su efímero paso por la Compañía de Jesús y otros vaivenes a los que se verá sometida su trayectoria vital quedan en reserva.  A ver si mientras tanto podemos dar con su retrato, detrás de cuya pista andamos.


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