Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

26 mayo 2012

Fernando Rodríguez Ocaña (1922-2000). Un porcunense “Medalla de Honor de la ciudad de Barcelona”.


    Los honores y reconocimientos otorgados a personas o colectivos que se destacan en cualquier ámbito o actividad de la vida, no siempre llegan en el momento en que los meritos son indiscutibles. Muchas veces se posponen hasta el final de la vida e incluso hasta después de ella. Es el caso de este porcunense, a quien el otorgamiento de dicha medalla, con la que se premia a personas y entidades que se han distinguido por el desarrollo de los valores y virtudes ciudadanos, le llegaría estando ingresado en el hospital de Bellvitge. No tendría la oportunidad de recogerla personalmente de manos del alcalde Joan Clos, ya que el 8 de febrero del año 2000, cuando le faltaba poco para cumplir los 78 años, el corazón se le pararía para siempre. Serían finalmente su viuda e hijos (Tomás, Fernando y Ana María) quienes asistiesen a aquel acto protocolario de reconocimiento.


    El segundo empezando por la derecha es “El Ocaña”, nombre de guerra por el que era popularmente conocido en los comités de empresa, en las reuniones clandestinas de las comisiones obreras, en las manifestaciones, en las asociaciones de vecinos de su barrio y en su partido. La instantánea fue captada por un reportero gráfico de la agencia de noticias Europa Press. Se corresponde con el momento en que se hacen públicos los nombres de los concejales entrantes tras celebrarse las elecciones municipales en la ciudad de Barcelona el 16 de octubre de 1973.
    Antes de entrar en detalles sobre aquel proceso electoral celebrado dentro del ordenamiento jurídico, para nada democrático, impuesto por el franquismo, nos detendremos en sus orígenes.

     Fernando Rodríguez Ocaña nació el 2 de marzo del año 1922 en una casería denominada “Santo Rostro” del término municipal de Porcuna (Jaén), donde sus padres trabajaban como jornaleros. Su padre se llamó Francisco Rodríguez Torres y su madre Patrocinio Ocaña Fernández, y eran ambos naturales de Los Villares (Jaén). Familias de jornaleros procedentes de zonas menos ricas o deprimidas (aldeas de Priego, de Alcalá la Real y poblaciones aledañas) solían bajar a la feraz campiña en periodos de recolección, fijando muchos de ellos su residencia en ésta ante las mejores expectativas de trabajo. Recuerden a los hermanos Nereos, que remanecían también de aquella zona.


    Varias entrevistas y reportajes recogidos en la prensa barcelonesa nos permiten conocer algunos detalles sobre cómo transcurrió su vida en Porcuna, antes de que tuviera que abandonarla definitivamente, como tantos otros que se vieron obligados a alejarse de su tierra natal para buscarse el sustento en Barcelona u otros lugares.
    Con glosa de tragicomedia, explica a tiempo pasado: “tenía que aguantarme la mandíbula con la mano para que los dientes no me castañetearan de hambre cuando salí de Porcuna”. Los primeros años de vida de Fernando transcurrieron en la mencionada casería, hasta que sus padres pudieron trasladarse al pueblo. Con la proclamación de la República éstos adquieren conciencia política de clase afiliándose a la agrupación local del PCE. En una entrevista cuenta que su padre tenía el carnet nº 1 de la organización en la localidad y su madre el nº 7: “Desde pequeño me acostumbré a huir de los disparos de la Guardia Civil por entre los olivares”. Con 14 años el joven Ocaña ya tenían responsabilidades dentro del partido. Al caer Porcuna en manos de las fuerzas golpistas se adentrará con su familia en la franja de la provincia que quedó bajo control republicano, alistándose posteriormente como voluntario para combatir el fascismo.
    El final de la guerra tuvo que ser traumático para la familia Rodríguez. El padre sería condenado a muerte: piadosamente conmutada por una eternidad en prisión”. Rodríguez hijo, sufriría otro tipo de confinamiento, igual de cruel e injusto, en la inmediata posguerra: “Aquello consistía en que, si quería salir de Porcuna para trabajar en la finca de algún cacique, tenía que pagar veinticinco pesetas en concepto de no sé qué. Veinticinco pesetas para ir a ganar un salario que no llegaba ni a la mitad. Y en Porcuna no había trabajo. Resultado: El hambre, un hambre atroz”.

Porcuna, posguerra y mujer (Todos los Nombres Porcuna)
    Pese a las estrecheces y dificultades Fernando contrajo matrimonio con Pilar García, y no tardaría en presentarse una niña. Es cuando, empujado por la necesidad, resuelve dar el salto. Dejando a la familia en Porcuna, se presentaría en Barcelona con lo puesto, alojándose en casa de una señora del Poble Sec que alquilaba habitaciones y desarrollando todo tipo de actividades laborales en pro del objetivo propuesto de bienestar para los suyos.


    Cuando obtuvo el primer empleo más o menos fiable, se llevó a la mujer e hija y abandonó la pensión. Los Rodríguez Ocaña sufrieron numerosos avatares y cambios de vivienda, bordeando la miseria en alguna ocasión. Eran tiempos muy duros. Por fin, a finales de los años 50, pudieron establecerse en una pequeña vivienda de proteccion oficial en la entonces naciente Trinitat Nova: “Mi barrio, mi barrio para siempre, que entonces era un descampado lleno de fango y barrancos”.

     Su historia laboral se desarrolla principalmente en la empresa Mevosa-Mercedes Benz, en la que progresivamente iría adquiriendo pericia hasta alcanzar la especialidad de verificador. Militante de las comisiones obreras clandestinas, conseguiría infiltrarse en su comité de empresa y participar en las negociaciones con la patronal: “Rodríguez Ocaña era obrero de nacimiento, vida y muerte, obrero de verdad, no de esos que de vez en cuando se prefabricaban en los laboratorios de misteriosas representatividades”.
 

    Su figura, donde verdaderamente adquiere notoriedad y protagonismo es dentro del movimiento asociativo vecinal.
    Los especuladores supieron aprovecharse de la explosión demográfica propiciada por la avalancha migratoria. En las zonas límites de la ciudad de Barcelona fueron naciendo barriadas de nuevo cuño, donde la planificación urbanística brilló por su ausencia. Se construyeron las viviendas, se enriquecieron los constructores, pero nadie se preocupó de dotarlas de unos servicios complementarios elementales.
     Dejemos que sea el propio Ocaña, quien nos informe sobre las carencias urbanísticas de aquellas barriadas:

   “Detallar en palabras los problemas del distrito es imposible. El abandono de nuestros barrios está a la luz del día para penuria de unos y vergüenza de otros, como incluso el alcalde ha reconocido. Faltan agua y servicios elementales. Calles sin asfaltar, sin cloacas, sin casi alumbrado. Malas comunicaciones. Faltan escuelas, ambulatorios, guarderías, centros sociales…”


    La indignación y la protesta ciudadana ante tal estado de abandono se canaliza a través de las asociaciones de vecinos. Ocaña presidió la su barrio (Trinitat Nova), y participó en la gestación de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona.
    Organizaciones políticas clandestinas de oposición al régimen franquista también se implicaron en las campañas y manifestaciones reivindicativas organizadas desde las barriadas. Precisamente en éstas conseguiría gran implantación y arraigo la organización comunista Bandera Roja (1969-1973) propulsada por hombres como Alfonso Carlos Comín (fundador de cristianos por la democracia), Jordi Solé Tura o Pere Ardiaca, entre otros. El hecho que desde BR, distanciada del histórico PSUC, se respetara la libertad de conciencia atraería y daría cabida a muchos militantes cristianos de base. Parece ser el caso de Francisco Rodríguez Ocaña que desde un principio se implicó con esta organización.
     Del esfuerzo colectivo vecinal nacería la Iglesia del barrio, demandada por sus habitantes, construida con sus propios medios y con sus propias manos. Ese edificio religioso se convertiría en el lugar más adecuado para dar cabida a las reuniones políticas clandestinas. Lo azaroso de la época aconsejaba hacerlo allí, al ser los únicos lugares que la policía solía respetar. Siempre con el visto bueno y el beneplácito de sacerdotes comprometidos con la injusticia social. 
 
    En este estado de cosas llegan las elecciones municipales del año 1973, de las que con arreglo al sistema representativo del franquismo debían salir los concejales del cupo correspondiente al tercio familiar. Con el apoyo de ese entramado vecinal, el concurso clandestino de Bandera Roja y la solidaridad de la Asamblea de Cataluña, se organiza una candidatura vecinal encabezada por Rodríguez Ocaña que concurre a aquel proceso por el distrito IX (Nou Barris).
    La clase periodística se volcó con aquel trabajador corajudo, que por obvias razones legales, tenía que eludir  la cuestión de su militancia política:

    P: ¿Es usted de algún partido?
    R: Hombre en España no hay partidos. El día que los haya, ya veremos.

     Fue una campaña barata, clara, sencilla y directa, a base de multicopista y tocando de puerta en puerta. Se entrevistaba con los vecinos, a los pocos segundos, ya sabían éstos a qué atenerse. Aquel hombre hablaba el lenguaje que podían entender y prometía enfrentarse a problemas reales. Su campaña se basó en la transparencia (divulgar el presupuesto), llevar hasta el Ayuntamiento las exigencias de las asambleas vecinales, una especial entrega (“dedicaré todas las tardes a mi trabajo de concejal”), su compromiso para recabar el apoyo de profesionales y especialistas que demostrasen voluntad real de defender los intereses de los barrios. Para no dar lugar a los dramáticos desahucios, solicitaba viviendas dignas cuya amortización no supusiera más del 10 % del salario de un trabajador, así como espacios comunitarios de utilidad pública. Apostaba igualmente por la elección democrática del alcalde y ponía su cargo a disposición de los vecinos si se sentían traicionados: “Con mi salarió entraré en el Ayuntamiento y con mi salario saldré de él”.

Cartel del candidato franquista boicoteado

    El propio Rodríguez avaló con sus propios ahorros los gastos emprendidos (unas 150.000 pesetas), aunque según algunas fuentes, Jordi Pujol, líder de catalanismo político semiclandestino, colaboró costeando la tercera parte.
    De alguna manera, lo que se buscaba era tantear el apoyo antifranquista entre ese proletariado urbano llegado desde los más dispares puntos del país, abrir brechas en el régimen e intentar de camino poner en evidencia el sistema de representatividad de aquella democracia orgánica manipulada por el franquismo.
    Todos los objetivos se cumplieron. Llegado el día de las elecciones (16 de octubre de 1973), aquel desconocido, pobre y comunista, propinó un severo revolcón al resto de los candidatos por el distrito. 
    Aquella concejalía ganada con los votos no pudo finalmente ocuparla, ya que en el mismo momento de la proclamación oficial de los vencedores, la Junta Electoral, a instancias del Gobernador Civil, impugno la elección de Rodríguez Ocaña. La argucia alegada “…porque no había presentado las cuentas de su campaña en el plazo de las cuarenta y ocho horas posteriores al conocimiento del resultado”.
    La arbitrariedad suscitaría una campaña de solidaridad y protestas masivas desde diferentes ámbitos. Un reportaje firmado por el periodista y escritor, Manuel Vázquez Montalbán, del que me he servido mayormente para conocer los entresijos de aquella campaña, causo impacto en la opinión pública. Las cuentas de “El Ocaña”, para Vázquez Montalbán, estaban excesivamente claras:

   “Vive de su trabajo en una fábrica, vive entre gentes cuyos derechos quiere defender, no se mostraba susceptible a componendas presentes ni futuras, gastó sus ahorros, su tiempo y el tiempo de sus entusiastas para financiar la campaña”.
 
 
    Para no extenderme en demasía, creo que es momento apropiado para poner un punto y aparte provisional. En una nueva entrada entraremos en las consecuencias que para él y su familia tuvo aquella aventura electoral, su posterior evolución política y en algunos casos en los que su ejemplar integridad, de la que hizo gala hasta el final de sus días, se pone claramente de manifiesto.

Fuentes y agradecimientos al final de próxima entrada.

1 comentario:

  1. Hola, te felicito por la información sobre Rodriguez Ocaña. Hace ahora 40 años desde que se presentó y he tratado de que un grupo de historiadores se encargue de investigar detalles que tal vez no sean conocidos. Yo estuve, junto a otros, en la coordinación de la campaña y visité casi cada tarde a Fernando en Trinitat Nova. Es posible que aparezca también alguien que fue concejal después de lavarse la cara e inventarse su pasado. De nuevo, felicidades por el blog.

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