Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

27 agosto 2013

REACCIONES A LA CONVERSIÓN DE JOSÉ HUERTAS LOZANO



     Una copia de la carta que se dirigió al Arzobispo de Granada, en la que el converso José Huertas Lozano se retractaba de sus errores pasados, fue también remitida al director de Las Dominicales del Libre Pensamiento, acompañada de unas letras de presentación y un ruego:

     “Más cuidadoso de mis intereses espirituales hoy que en los últimos cinco años que de mi vida han transcurrido, he llegado a penetrarme de que me equivoqué lastimosamente al separarme de la religión católica, apostólica y romana. En la actualidad he vuelto a su seno amantísimo, y queriendo dar de ello publico testimonio, me permito adjuntarle la retractación de mis errores, copia de la que tuve el honor de remitir con fecha 18 del corriente al Excmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo de Granada; ruégole que, así como dio cabida en su periódico de mis escritos antirreligiosos, ordene la inserción del adjunto pliego”.

     Es de usted respetuoso servidor, José Huertas Lozano.

(Las  Dominicales de 7 de septiembre de 1889)


    El ruego lógicamente no fue atendido, aunque los redactores de Las Dominicales le honran por el tiempo en que quiso hacer pública su fe librepensadora, pero con respecto a sus manifestaciones de haber dado cabida en sus columnas a sus escritos se disculpan con un “resulta imposible recordar ahora mismo”.
    Paseándonos entre los números de la colección de Las Dominicales inserta en  la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional correspondiente al quinquenio impío mencionado, tan sólo hemos localizado tres referencias en la que aparezca el nombre de José Huertas.
    Dos ya están incluidas en la entrada anterior, su pertenencia al grupo espiritista “Luz de la Verdad” (1885) y a la “Resp. Logia Numancia nº 202” de Granada (1888). La tercera pertenece al verano de 1885 cuando desde Alcalá la Real remite 0,25 pesetas para la suscripción abierta por el periódico para socorrer a las víctimas del cólera.
    Las primeras van acompañadas de sendas cartas de presentación que pudieran ser las colaboraciones a las que Huertas se refiere. El sentimiento antirreligioso aparece expresado en ellas en los siguientes términos:

    “Nuestros queridos hh  . * .  y correligionarios: Vivimos en el último tercio del siglo XIX, durante el cual tan gran revolución se opera en el mundo civilizado. España parece que va saliendo de su ignorancia y contesta con voz más fuerte cada día a las ideas de Libertad y Progreso. Bien claro se apercibe, al leer las continuas adhesiones que recibís hasta de pequeñas poblaciones, en donde sin duda han comprendido ya las innumerables ventajas que proporcionan las ideas liberales en toda su extensión”.

    Tan escueto bagaje periodístico se presta a la suspicacia. Tarea difícil la de desentrañar si la famosa conversión fue auténtica o pudiera haber estado inducida o condicionada por determinadas circunstancias. Evidentemente la contestación dada desde Las Dominicales va en la segunda línea apuntada. Antes tuvieron que realizar una investigación previa sobre su persona:

    “Nosotros complacemos el desatinado deseo del Sr. Huertas, y lejos de guardarle rencor, sentimos por él la más tierna compasión.
    Ha sido muy desgraciado. Huérfano desde muy niño, sin más amores en el mundo que los de un hermano, fallecido poco ha en Granada, en la flor de la edad, su alma viene debilitándose incesantemente bajo los golpes de la desgracia. Únase a ello una educación extremadamente espiritualista y un temperamento histérico encerrado en un cuerpecillo débil y enfermizo, para comprender que ese desgraciado podía ser fácil presa de los desalmados jesuitas que no tienen compasión para la desgracia, ni respeto alguno a los sagrados derechos a la humanidad.
   El barullo en el cerebro de esta infeliz criatura debe ser muy grande”.

   También el posible despecho que ya apuntábamos, y que queda patente en una publicación autobiográfica en la con posterioridad no detendremos, asoma en la contestación:

   “No hemos tenido otra relación con este joven que la de cruzar con él el saludo u oírle hacer protestas exageradas de fe librepensadora. Escribía o estaba empleado en un periódico monárquico (sin embargo de lo cual afirmaba que era republicano) y valiéndose de sus relaciones en la prensa anunció que iba a leer a algunos amigos una obra dramática que había compuesto. La leyó en efecto y resultó ser una tontería. Creyó pues excitar la admiración y sólo produjo una sonrisa compasiva”.

     Debía ser corresponsal en Granada y colaborador de un periódico de la corte titulado Las Ocurrencias. Así consta en unas letras publicadas en la Unión Católica con motivo del fallecimiento de su hermano Juan:


    Cuando se traslada a Madrid, a principios de mayo de 1889, muy posiblemente recurriera al director de este periódico para que le diera trabajo con el que obtener los ingresos necesarios para su subsistencia mientras preparaba las oposiciones para vacantes en el Cuerpo de Sanidad de la Armada. Tuvo que ser durante esta etapa de su vida cuando transcurre el episodio de la lectura dramática, que con cierta mofa y descrédito se refiere en Las Dominicales. Las oposiciones finalmente consigue aprobarlas, dándole derecho a ocupar una vacante, aunque quedaba al arbitrio del Ministerio conferirla cuando lo creyera conveniente. Es justo en este momento cuando accede a las recomendaciones de un amigo para entrar en contacto con los jesuitas. El desamparo económico en que quedó pudo haber sido decisivo en su transformación espiritual.
    El asunto siguió coleando durante un buen periodo, y especialmente aireado en boletines episcopales, prensa católica e integrista, que vieron en él materia suficiente para atacar a ese laicismo anticlerical “que se cebaba de manera descarnada contra el catolicismo”, aunque sin reparos a la hora de faltar a la verdad si era preciso:

    “Redactor y colaborador de las Dominicales, sus escritos han llenado muchas páginas de esta impía publicación, así como del escandaloso Motín” (El Siglo Futuro).

El Motín (periódico satírico semanal)
    La única vez que aparece el nombre de José Huertas en El Motín es para comunicar su participación en la velada fúnebre en honor de Villacampa celebrada en Baza el 24 de febrero de 1889, a la que asiste en representación del comité provincial republicano progresista.

Iglesia del Colegio de los jesuitas de Talavera de la Reina

    Por fuentes jesuíticas conocemos que la estancia de José Huertas en la Compañía de Jesús fue breve, incluso parece ser que no llegó a ordenarse. Tras vestir la sotana en el colegio de Talavera de la Reina comenzó el noviciado en el de San Jerónimo de Murcia, pasando con posterioridad al seminario de Pifo (Ecuador), de donde volvió con la salud muy quebrantada. A los cuatro meses de regresar a España, se decidió a salir de la Compañía por falta de salud y angustia de espíritu, aunque al volver al mundo mantuvo sus convicciones religiosas.
    Ya metidos en materia y habida cuenta de mi afición por el género biográfico, con vistas a satisfacer mi propia curiosidad y la de los potenciales lectores a los que seamos capaces de despertársela, en una próxima entrada abordaremos una nueva etapa de su vida (1892-1896) en la que se prodiga como periodista, publicista, propagandista y escritor de un catolicismo de corte bastante integrista.
    Un adelanto:



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