Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

10 marzo 2011

"Teatralerías castreñas de principios del siglo XX" II




   La temporada estival de teatro en Castro del Río durante el año de 1902, estuvo marcada por una fuerte competencia entre las dos empresas locales, con la consiguiente proliferación en el número de espectáculos programados (ver Teatralerías I).
  
   La de 1903 se caracterizará, por todo lo contrario, su escasez.
 
   El empresario del teatro del Castillo, tras hacer balance económico, reconsideraría su actitud, convirtiendo su local de verano en un rentable coso taurino, en el que se programan y  celebran numerosos espectáculos durante aquel verano.



   José Blanco y Arcas (Vista Hermosa), tras el desprestigio ganado u ocasionado entre los aristocráticos aficionados y abonados al teatro, opta por el arrendamiento. Sería un profesional de la escena, el barítono Leopoldo Suárez, el responsable de su explotación directa a través de una compañía cómico-lírica que él mismo dirige.
   Como de alguna manera la garantía de cobro del alquiler estaría condicionada a la acogida que se le tributara a la nueva empresa, el señor Blanco y Arcas recurre a una pluma amiga con el propósito de limpiar su deteriorada imagen ante su potencial clientela del año en curso. Se trata de S. Rodríguez Navajas, corresponsal del independiente Diario de Córdoba que le dedica unas elogiosas letras a su instalación:

   “En el año último tuvo la idea el señor Blanco de construir un teatro de verano, no omitiendo para llevar a cabo su empresa gastos de ningún género, y al efecto adquirió un local hermoso que reúne las mejores condiciones para la estación estival en la que nos encontramos. Su situación topográfica permite que se disfrute en él de una temperatura primaveral, además de unas vistas encantadoras en las que se descubre la hermosa vega del Guadajoz en una extensión de más de dos leguas.
    El señor Blanco, como hombre de grandes iniciativas, es digno de aplauso y de que este culto vecindario siga como hasta hoy, brindándole protección y apoyo, ya que él espontáneamente tantos sacrificios se ha impuesto en beneficio de sus convecinos”.

Desaparecida noria en la ribera del Guadajoz


   El capotazo periodístico debió surgir durante alguna de las habituales visitas del cronista a la repostería y refrescante terraza de verano del Vista Hermosa:

   ¿Han pasado ustedes, queridos lectores, alguna noche de la presente estación, con mosquitos en la alcoba?
   ¿Qué no?
   Pues si no la han pasado no saben lo que es bueno.
   Anoche creí que perdía la razón. Me acosté y comenzó la función con un solo de cornetín que me impidió cerrar los ojos.
   Después de aquel solo que parecía interminable, y como toque de llamada, acudieron más de quinientos mosquitos los cuales me acribillaron con sus terribles picotazos.
Intenté taparme la cabeza con la sábana, pero ¡na!
   Nunca lo hubiera hecho pues varios músicos se quedaron dentro y no me dejaron tranquilo ni un segundo.
   Total que a eso de las dos de la madrugada tuve que levantarme de la cama y dándome bofetones en todas partes, me vestí como pude y me lancé a la calle, renegando del verano y de los mosquitos.
   Y eso que las pulgas brillaron por su ausencia.
   Una vez en ella (la calle) páreme un tanto, con el objeto de calcular donde daría con mi humanidad a aquellas horas, y acordándome del teatro Vista Hermosa, a él me dirigí con mesurado paso, por ser el sitio más a propósito en ésta para tomar el fresco, y al mismo tiempo adquirir algunas noticias de la localidad dignas de mencionarse en el diario.
   Con efecto: allí me enteré por el dueño de dicho teatro, don José Blanco, al mismo tiempo que nos fumábamos un cigarrillo, que hoy ha llegado a ésta la compañía que dirigen el reputado barítono don Leopoldo Suárez y el no menos popular maestro don Francisco Lozano, la cual debutará el sábado próximo con las notables zarzuelas “El puñao de rosas” y “Los granujas” ambas estreno en esta localidad”.

   La antigua animadversión del cronista de El Defensor de Córdoba, José María Jiménez Carrillo, desaparece como por arte de magia, mostrándose bastante más benevolente:

Defensor de Córdoba 17 de julio de 1903


Defensor de Córdoba 29 de julio de 1903

   El señor Rodríguez Navajas, recién estrenado en las tareas de corresponsal también se ocuparía del debut:

Diario de Córdoba 20 de julio de 1903



   El cambio de actitud de Jiménez Carrillo lo presuponemos relacionado con el anuncio del estreno de la zarzuela “Bohemia Estudiantil”, de cuyo libreto es autor su primo hermano don José Jiménez Rodríguez, musicada por el joven y autodidacta compositor también local don Francisco Algaba Luque:
   “De estrenarse, no había que dudar de que obtendría grandes aplausos, puesto que se conocen las buenas cualidades, tanto del escritor como del músico, y francamente sería una lastima que se desaprovechara la ocasión ahora que tenemos una compañía tan excelente como la que dirige el señor Suárez”.

   Entre el coro, compuesto por 18 coristas de ambos sexos, sobresalía ya una jovencita de apenas 14 años, Cándida Suárez,  hija mayor del barítono y novel empresario Leopoldo Suárez, de cuya educación musical se habían ocupado concienzudamente sus padres desde pequeña, y que por necesidades del oficio realizaba su rodaje aquella temporada junto a su progenitor.
   En un par de años más terminaría consagrándose como una excelente tiple del género chico y de la opereta vienesa muy en boga durante la época. 


   
   Estuvo a punto de abandonar tempranamente su carrera para casarse con el torero Rafael Gómez Gallito, para posteriormente hacerlo con un acaudalado hombre de negocios que la retiró de la escena cuando se encontraba en su pleno apogeo, para, tras enviudar, volver con renovadas fuerzas.




   En una entrevista que concede a la revista gráfica Nuevo Mundo en 1923, a su regreso a los escenarios, al hacer balance de su trayectoria artística, nos informa sobre el desenlace final de aquella iniciativa empresarial de su padre en Castro del Rió durante aquel verano de 1903:

   “Siendo aún una niña, mi padre, con mil pesetas que tenía ahorradas, se hizo empresario en Castro del Río, y me llevó a mi de corista. Le dio al público por no ir al teatro, y fracasó la Empresa. Mi padre y yo tuvimos que salir de noche y a pie por la carretera huyendo de acreedores…Recuerdo que yo llevaba una bata larga de mi madre, y la cola no me dejaba andar por el camino enfangado. Al amanecer nos sentamos bajo un árbol, y mi padre me dijo: “Aquí Candidita esperaremos a la diligencia. Si en ella, como supongo, viene a por mí la guardia civil, tú te vas sola a Madrid. Toma estos cuarenta duros que he podido reservar, y arreglaos con ellos en casa hasta que yo vuelva…” Afortunadamente no vino la guardia civil, termina la artista riendo encantadoramente…



  Detrás de esta escasa respuesta del público castreño debería estar, sin duda, la Sociedad Obrera Luz del Porvenir, cuyos asociados a principios de verano sostuvieron una tenaz y prolongada huelga agrícola en demanda de mejoras salariales y condiciones de trabajo. La falta de jornales en los días previos al inicio de las representaciones pudo influir en el retraimiento en taquilla de las clases populares, aunque me inclino a pensar que éste obedecería mayormente a la proliferación de una nueva moral proletaria que rechaza abiertamente el teatro cómico-lírico por sus connotaciones burguesas. Mi tesis la sostiene el hecho de que ya en la temporada siguiente sería el género cómico-dramático el que prevalezca con importantes éxitos en taquilla de dramas de carácter social como Electra, Juan José o La Aurora, así como las apreciaciones que el notario e historiador Juan Díaz del Moral recoge en su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas al referirse al carismático líder de esta sociedad obrera castreña de principios de siglo:

   "... ejercía sobre las muchedumbres obreras la misma sugestión que los grandes conquistadores sobre sus soldados. El empresario de teatro que tenía la fortuna de conquistar el favor de Justo Heller conseguía espléndidas ganancias. Cuando Justo recomendaba una función quedaba rápidamente agotado el papel de la taquilla"

  A los pocos días de la precipitada huida nocturna de Leopoldo Suárez con su hija, y mientras que el señor Blanca se hallaba de viaje en busca de una nueva compañía que le sustituyera, el teatro Vista Hermosa desaparecía pasto de las llamas de un devastador incendio:




  A pesar de que el cronista de El Defensor de Córdoba atribuye dicho incendio a la casualidad, el posible desamparo en que quedaran los integrantes de la compañía tras la huida nocturna de su director y la consiguiente reclamación de haberes que recaerían sobre el señor Blanco, nos induce a pensar, de que serían las compañías de seguros las encargadas de aportar la suficiente liquidez para subsanar la deuda o en un simple acto de represalia ante la ausencia de respuesta.
  Lo cierto es que las familias distinguidas de la localidad, por dicho avatar, se vieron privadas del estreno de aquella zarzuela de autores locales que tanta expectación había levantado.
  En temporadas siguientes, y hasta la definitiva construcción en 1916 del moderno Salón-Teatro Cervantes se recurriría a nuevos emplazamientos para la temporada de verano, tales como El Truco o el denominado Teatro El Dante, posiblemente ubicado en el antiguo Vista Hermosa, regentado ya por un nuevo empresario.
  De momento, aparco el mundo teatral para retomarlo en futuras entradas, no sin antes ocuparme y dedicarle una entrada al excelso poeta y corresponsal de El Defensor en la villa de Castro del Río, José María Jiménez Carrillo. Es más, si encontrara los apoyos suficientes, estaría dispuesto a publicar un pequeño libro, impreso en papel, bajo el título de: “Castro del Río durante la primera década del siglo XX, a través de las crónicas de José María Jiménez”, en el que lógicamente incluiría una selección de su obra poética.
  Mucho me temo de que “no son tiempos para la lírica”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario