Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

23 mayo 2014

MIGUEL GALLO: FIDELIDAD A LA LEGALIDAD REPUBLICANA (1936- Guerra Civil).



    Miguel Gallo, tras aquel fallido intento de abrirse paso en la vida política del nuevo régimen republicano, a cuyo advenimiento había contribuido poniendo en juego su propia vida, se retracta de su solicitud de baja en el Ejército  y se le adscribe provisionalmente al Regimiento de Infantería nº 31 en Madrid.

    En diciembre de 1931 el general de división don Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, compañero de Gallo durante el obligado periodo de exilio parisino, es nombrado jefe del Cuarto Militar del Presidente de la República. Miguel Gallo, con aspiraciones de destino definitivo en la capital, recurre a él pare que le agreguen al Cuarto Militar. El diario oficial del Ministerio de la Guerra de 3 de abril de 1932 publicaba la orden:


   Figura también otro oficial de los sublevados en Jaca, el teniente de Infantería Justo López Mejías. Al  poco se les une el teniente José María Galán Rodríguez, el menor de los hermanos del mítico Fermín Galán. Con el tiempo, los tres se mantendrán fieles a la legalidad republicana llegando a comandar Brigadas Mixtas del ejército republicano durante la guerra. López Mejías compartió prisión con Miguel Gallo en Alicante. Es autor de unas memorias inéditas en las que aflora un emotivo testimonio sobre los últimos momentos de Gallo antes de verse en el terrible trance de tener ante sus ojos un pelotón de fusilamiento.


   Don Niceto Alcalá Zamora, por problemas de agenda o de seguridad, en algunas ocasiones solía delegar su representación a los jefes y oficiales del Cuarto Militar. A Miguel Gallo se le encomendó dicha  misión en más de una ocasión:

11 de mayo de 1933
   Tras el descalabró sufrido por el partido liberal-demócrata de Alcalá Zamora en las elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, se produce el relevo en la presidencia de la II Republica Española. Don Manuel Azaña juraba el cargo el 10 de mayo de 1936.
   El diario oficial del Ministerio de la Guerra (31 de mayo de 1936)  nos permite conocer que el capitán Miguel Gallo y el teniente Justo López Mejías, del Cuarto Militar, pasan destinados a la “Guardia Presidencial”, un batallón de nuevo cuño encargado de velar por la seguridad personal del nuevo Presidente.
   Cuando el 17 de julio militares rebeldes se levantan en armas contra la República el citado batallón se hallaba aun en fase de organización al mando del comandante de infantería Leopoldo Menéndez.

    El 18 de julio, atendiendo órdenes de sus superiores jerárquicos, se personó de inmediato en el Ministerio de la Guerra. Según la declaración jurada del propio Miguel Gallo, inserta en el procedimiento sumarísimo de urgencia que se le instruye en Alicante, el Comandante Barceló, a quien se le había encomendado la organización de las milicias populares, le puso al frente de unos cien milicianos del barrio de Cuatro Caminos “los cuales al verse armados se dispersaron”.


   Se trata de un testimonio falseado de carácter exculpatorio que responde a la necesidad de defenderse de las acusaciones que le vinculan con el primer episodio sangriento de la guerra en la capital de España, el cerco y posterior Asalto al Cuartel de la Montaña (20 de julio). Según la prensa madrileña una milicia gubernamental mandada por el capitán Gallo se destacó por su heroica y denodada lucha. 
   Manuel Carnero Muñoz, un estudiante iliturgitano afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas, testigo directo de cuanto aconteció en Madrid durante aquellos primeros días de la guerra, nos proporciona un militante, aunque clarificador, testimonio sobre las primeras actuaciones del militar profesional Miguel Gallo: 
   
      “Casares dimitió. Parecía una trampa preparada. Efectivamente, en la madrugada del 19, a las 3,30 se anunció la formación de un Gobierno presidido por Martínez Barrio. Y se supo que ya se había hablado con los generales sublevados. Nos van a entregar atados de pies y manos, decía la gente.
    Pero el pueblo no se acobardó. Se lanzó a la calle para impedir la capitulación. Aquella mañana dominical del día 19, la Puerta del Sol era un hervidero. Por todas partes llegaban hombres y mujeres, de Cuatro Caminos, de los Carabancheles, de las Ventas, de Vallecas... Se gritaba contra el gobierno de capitulación y se exigían armas. A las cuatro de la tarde se anunció la constitución de un nuevo gobierno, presidido por José Giral.
    Volvimos a Cuatro Caminos. Había prisa. Se sabía que Fanjul estaba en el Cuartel de la Montaña, que durante la noche habían entrado falangistas en el mismo, que se aprestaban al combate. Estábamos preocupados con las noticias de Campamento, de Carabanchel, de Cuatro Vientos, Y pensábamos que no podíamos estar inactivos.
   Con una sensación de alivio recibimos la noticia. Se acababa de constituir la Comandancia General de Milicias. Su jefe era el comandante Barceló, un militar que merecía confianza. Supimos que se había acordado constituir cinco batallones de voluntarios, que estarían dotados de trescientos fusiles y dos ametralladoras cada uno. No era mucho, pero era algo. Estrechamente unidos, comunistas, socialistas, los jóvenes socialistas unificados empezarnos a planear la organización del Quinto Batallón de Voluntarios, que debía tener como base de reclutamiento la zona de Cuatro Caminos.
   Hacia esa barriada, a su centro, casi a la misma Glorieta, en un callejón sin salida, a la casa que cerraba esa salida, llegaron un comandante del Ejército y dos capitanes; Miguel Gallo, el que conocíamos desde la sublevación de Jaca, en la que ambos habíamos participado y Arturo Arellano, que estaba retirado y que venía como una especie de uniforme deportivo de pana. A ellos se unió otro militar, Francisco Galán,  hermano de Fermín, también retirado, militante comunista, muy popular y querido. El comandante era un militar cargadísimo de prejuicios y sobre todo con un santo temor a los comunistas. A la casa llegó también el armamento y la munición.
    En esa noche histórica, cálida, con apretadas discusiones, estaba naciendo el Quinto Batallón de Voluntarios. El parto fue difícil. El comandante se resistía. No quería que los comunistas formásemos parte del batallón. Discutíamos acaloradamente. Los dirigentes socialistas, Rodríguez, secretario de la JSU, Santiago, organizador del Radio Norte del PCE, Gallo, Arellano, Galán, todos le hacíamos ver la urgencia que teníamos, que ya se había producido la sublevación, que era necesaria la unidad más estrecha. Y abajo, en la calle, centenares de hombres se apretujaban a la espera de las arnas.
    El comandante. Barceló envió a Cuatro Caminos, al teniente Justo López Mejías, su ayudante, otro oficial de los de Jaca, para inspeccionar cómo marchaban las cosas. Le explicamos con el Batallón, aún en estado ultra uterino, mientras, según nos informaba el propio Justo, ya debiéramos estar saliendo hacia el Cuartel de la Montaña.
    La autoridad que López Mejías traía, obligó al comandante a aceptar la decisión justa. Los fusiles se dieron a los miembros de las organizaciones antifascistas. Las dos ametralladoras a los que sabían manejarlas. El jefe de esos equipos fue el dirigente comunista del Metro, Esteban Díaz, que había sido en el ejército, soldado de ametralladoras.
   Gallo, Arellano, Galán y los que habíamos hecho el servicio militar, enseñarnos al resto de los voluntarios el manejo de los fusiles. Una enseñanza muy elemental y rápida. Cómo poner el peine con las balas, cómo mover el cerrojo, cómo disparar. Y casi nada más. En esa afanosa enseñanza transcurrieron los últimos minutos hasta el alborear.
    Y cuando ya se encendía el sol por el horizonte, unos cuantos tranvías chirriantes, los famosos 17, cargados con el batallón, bajaron por Bravo Murillo hacia Quevedo y enfilaron la calle de San Bernardo. En esa calle, al llegar a la esquina de Quiñones,  desde los tejados de la iglesia nos hicieron nutrido fuego de fusil y pistola. Los hombres se arrojaron de los tranvías y quisieron asaltar el edificio que había dejado de ser santo para transformarse en un reducto faccioso. Trabajo costó -¡cuántas voces tuvimos que dar! - para que los tranvías siguiesen su marcha, sin hacer caso al pequeño obstáculo que trataba de impedir que se cumpliese el objetivo de llegar a la Montaña.



    Y al fin se llegó. Y allí los hombres de Cuatro Caminos se unieron a otros que venían de todos los rincones de Madrid y allí unos y otros presenciamos la llegada del cañón que lanzó las primeras granadas sobre el cuartel de la calle de Ferraz,  y se observó al avión que arrojó unas bombas sobre el edificio. Todo el mundo se lanzó hacia las puertas. Y penetró dentro. Y derrotó, con el empuje de sus cuerpos a los fascistas encabezados por Fanjul. No podemos olvidar, por lo significativo que fue en aquellos momentos, que junto a los hombres del Quinto Batallón de Voluntarios,  había un destacamento de la Guardia Civil, que cumplió con su deber, contribuyendo a la toma del cuartel.
   Los hombres del Quinto Batallón tenían ya su bautismo de fuego. No sabemos cómo volvió cada uno. Pero triunfantes y jubilosos nos reunimos de nuevo en la Glorieta. Mandando la tropa estaban Gallo, Arellano y Paco Galán. Analizamos lo que había que hacer. Adiestrar a los milicianos, organizarlos, ponerlos en condiciones de combatir, pues aunque algunos creían que todo había acabado, muchos pensábamos que la lucha iba para largo”. 

   De vuelta al Ministerio de la Guerra, donde cunde el nerviosismo y desconcierto propio de esos primeros momentos. Se le vuelve a asignar un importante contingente de milicianos (unos 250)  con los que marcha hacía Somosierra. Allí se une a otras fuerzas leales cuyo cometido principal era frenar el avance hacia la capital de las columnas del bando sublevado enviadas por el general Emilio Mola. Será Francisco Galán quien acapare mayor gloria y protagonismo durante aquellas primeras jornadas épicas de la defensa de Madrid. 

Francisco Galán en Somosierra durante un alto en la lucha
   El día 23 de julio el capitán Gallo resulta herido en una acción de combate y evacuado a Madrid. Se repone y regresa de nuevo al frente donde actúa como enlace entre las columnas dirigidas por Galán y el E. M. Central. La foto que mostramos en la cabecera se corresponde con la ejecución de tal mandato.
    Durante los días que permanece de baja, pese a sus heridas, colabora en la instrucción en el manejo de armas de los voluntarios que acuden al cuartel del famoso Quinto Regimiento instalado en la calle Francos Rodríguez (ex convento de Selesianos). Por estas fechas, se le supone ya afiliado al PCE, influenciado por sus amigos y compañeros los hermanos Francisco y José María Galán Rodríguez o por las propias circunstancias excepcionales de la guerra, que obligaban a tomar partido.
    No formó parte de la Columna Miaja, tal como sosteníamos en aquella entrada en la que aflora cierta confusión en torno a un primeramente fallecido, luego herido, capitán Gallo en las proximidades de Córdoba, que tal como explicamos, fue fruto de ciertas argucias puestas en práctica por los respectivos aparatos de propaganda de los bandos en conflicto.
   Sobre su participación en los combates de Somosierra disponemos de un testimonio de dudosa fiabilidad, dada la peculiar trayectoria de quien lo trasmite. Se trata del aportado por Enrique Castro Delgado, primer comandante del Quinto Regimiento y ex comisario politico, en su libro “Hombres Made in Moscú” 



    La típica medalla protectora, portada en el cuello por un católico, le sirve a Castro para restar credibilidad al valor y lealtad del capitán Gallo:

    "Llega Gallo, un militar profesional. Por entre su camisa abierta veo una cadena de oro, después una medalla. Hago como que no he visto nada y pregunto ¿Qué hay?"   

    Por prejuicios y desconfianza nos presenta a un capitán Gallo desconcertado, timorato e indeciso a la hora de hacer frente a las fuerzas carlistas que al grito de ¡Viva Cristo Rey! estandartes y banderas con la imagen de la Virgen y el Sagrado Corazón, encuentra al coronar una cima.
    El diario El Sol (9 de septiembre de 1936) publica una extensa relación, firmada por Galán, en la que aparecen los nombres de todos y cada uno de los oficiales y suboficiales, que procedentes del Batallón Presidencial, permanecieron leales, se destacaron o perdieron la vida en diferentes frentes de combate.
    Como oficial de enlace permaneció en Somosiera hasta mediados de septiembre de 1936, en que queda afecto a la 3ª sección (operaciones) del E.M. Central, al mando del por entonces comandante de caballería Segismundo Casado. En los primeros días de octubre se le asigna una Columna Mixta compuesta por tres batallones de milicias, una compañía de la Guardia Civil y otra de Guardias de Asalto, cuya misión era cubrir un sector de aproximadamente 14 kilómetros lineales al oeste de la capital. El empuje de las fuerzas nacionales provocó  la dispersión de la columna que tuvo que retroceder hasta Brunete, donde se estableció una nueva línea de resistencia.

    El 20 de octubre recibe órdenes de organizar la 6ª Brigada Mixta en Murcia. El día 25 el diario oficial del Ministerio de la Guerra publicaba su ascenso al empleo de Comandante.


Murcia 30 de octubre de 1936
     En pocos días quedaron organizados cuatro batallones “impregnados de excelente moral y organización” prestos a marchar al Ejercito del Centro que les reclama.
     El 5 de noviembre de 1936 se incorpora al frente, estableciendo su puesto de mando en Morata de Tajuña. Contaba al llegar a Madrid con 11 oficiales, 187 suboficiales y 3.287 cabos y soldados; en total 3.485 hombres. Tendrán su bautizo de fuego el día 14 en las operaciones conducentes a la toma del Cerro de los Ángeles, que no se consiguió. Le siguen funciones de cobertura en el sector de La Marañosa (8 kilómetros de extensión).


    A primeros de diciembre, marcha a la Ciudad Universitaria a relevar a las unidades de la XI Brigada Internacional que había quedado algo maltrecha durante aquella titánica defensa de Madrid. Cubre el sector comprendido entre la Puerta de Hierro y el Hospital Clínico. En los combates en defensa de estas posiciones, la Brigada sufrió importantes bajas. Se distinguió especialmente en el asalto al Palacio de la Moncloa y en una operación sobre el Hospital Clínico. 
   El comisario político de la Sexta Brigada Mixta, Ricardo Ramón, en un mitin organizado en Alhama (Murcia) por la asociación de Amigos de la Unión Soviética, interviene para tributar homenaje a los murcianos heridos en frente, algunos de los cuales asisten al acto desde los palcos y que son fuertemente ovacionados: 

   “La voz de este pueblo —dice— y la de todos los pueblos es la de oponer un rudo dique al fascismo para aplastarlo. Mirémonos en los ojos de Madrid y hagamos honor a su heroísmo. No llamo a los señoritos; hablo a los hermanos, a los proletarios de todas las ideologías para engrosar las filas del Ejército de la República. Os llamo al corazón vamos a jugarnos la vida para defender a la República y al mundo de la carroña fascista. Pido ropa interior, calcetines, víveres, tabaco, lo que sea, todo lo que queráis darme para llevarlo a nuestros bravos soldados”.

    También participó en los combates de la carretera de La Coruña, en enero de 1937, después de los cuales regresa a Murcia para disfrutar de un merecido descanso.


    Se le vuelve a movilizar en febrero de 1937, cuando a raíz de la caída de Málaga tiene que marchar a toda prisa por la carretera del Mediterráneo hasta las cercanías de Motril (Castell de Ferro- Sierra de Lujar) donde consigue frenar el avance del ejército rebelde y estabilizar el frente.
    Los posteriores derroteros de la carrera militar del comandante Miguel Gallo durante la Guerra Civil quedan aparcados hasta nueva orden.


Fuentes utilizadas

    Muchas y de diferente naturaleza, que no nos molestamos en relacionar, para, de camino, no ponérselo a huevo a desaprensivos logrones que pululan por estos medios. Quien pudiera estar interesado en aclarar detalles o procedencia de las informaciones no le resultara difícil ponerse en contacto con el autor de este lío. Reiterarme en el agradecimiento a Eduardo Ros Martínez, investigador del CSIC en el Instituto de Física Corpuscular (IFIC), descendiente de esa rama del apellido Gallo de Porcuna, que ha puesto generosamente a nuestra disposición valiosos documentos y una cuidada y elaborada reseña biográfica sobre nuestro protagonista, que titula: “El capitán Gallo. Un militar en la tormenta del siglo XX español”.

1 comentario:

  1. Sobre cómo le afectó a su familia en Porcuna el periodo de revolución marxista que se desencadena con el golpe de estado del 18 de julio disponemos de un testimonio aportado por el propio Miguel Gallo. Por proceder del juicio sumarísimo que se le instruye al finalizar la guerra, hay que ponerlo forzosamente en cuarentena. Se tratan de declaraciones exculpatorias de una persona que pretende evitar la pena suprema a toda costa. Parece ser que durante aquellos primeros días o meses del conflicto, hizo un parón en su actividad guerrera, para viajar hasta Porcuna con un salvoconducto especial y acompañado de un escolta. Pretendía proteger a los suyos de posibles desmanes. Tuvo que reunir a los dirigentes del Frente Popular y amenazarles para que no se molestara a los miembros de la familia Gallo y Barrionuevo, con los que se hallaba emparentado por matrimonio de una de sus hermanas. Declara haber salvado la vida de su propio hermano Sebastián, a quien recomendó para el mando de un submarino de la flora republicana. A su primo Luis Gallo Ruiberriz de Torres, cuñado del aviador Modesto Aguilera Morente, sublevado en Sevilla, declara haberlo tenido refugiado en su casa de Madrid para después combatir a su lado hasta que consiguió pasarse. Su padre posiblemente marchara en su busca al caer Porcuna en manos del ejército sublevado. El padre sabemos que falleció en Figueras (Gerona) en 1938, aunque desconocemos en qué circunstancias.

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