Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

03 marzo 2012

"Letras encadenadas: los manuscritos conventuales de Castro del Río".


      En esos apuntes biobibliográficos que ido trazando sobre los autores, naturales o no, de Castro del Río, que a lo largo de los siglos se ocuparon de su historia, ya he relatado el pasaje sobre “la fatal voracidad” del horno bizcochero de las monjas del Convento de Santo Domingo de Scala Coeli de esta villa. La carestía de papel debió de unirse a la ingenuidad e ignorancia de sus moradoras, para que durante toda la centuria del XIX, canastas rebosantes de papeles viejos, escritos a mano, fueran menguando paulatinamente, usadas en su obrador como base para los dulces.
      Tal circunstancia la conocemos gracias a Rafael Ramírez de Arellano que la incluye en su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”, publicado en 1916. La información parece proceder indirectamente de un tal Rodríguez Carretero (menor). Dice así:

     “He visitado el convento de monjas de Castro, y preguntándole a su superiora por las obras que quedan reseñadas, me dijo que tanto esas como la del obispo Juan de Leyva las habían destruido, gastando las hojas en el horno para que no se manchasen de ceniza las tortillas de azúcar al cocerlas. Tienen aún dos canastas de cartas y papeles de Fray Juan de Castro, enlegajados y rotulados por él, que me prometieron no quemar, pero de cuya promesa no puedo por menos de dudar. Aunque hemos advertido al señor obispo del peligro que corren tales papeles, no creemos que los reclame ni salve del terrible horno”.


      Con posterioridad me he percatado de que la noticia esté recogida también dentro del Inventario Monumental y Artístico de la provincia de Córdoba, entregado en 1904, del que es autor el propio Ramírez de Arellano. Coincide en cuando a la autoría de los papeles afectados por la quema, aunque es él mismo quien actúa como testigo presencial del hecho y de las advertencias. Se servirá, precisamente, de un manuscrito, de los que aún conservaban las monjas, escrito por el carmelita descalzo Fray Pedro de Jesús, para documentarse sobre la fundación y orígenes del convento:


      Dice a renglón seguido:

      “Creemos que este libro se salvara, gracias a nuestra visita; porque en el convento había muchos manuscritos, entre otros, las obras del Obispo de Almería Don Juan de Leyva Cordovés y los catalogados por Gallardo de Fr. Juan de Castro; pero según confesión de las monjas los han gastado en colocar las hojas en el horno para tostar tortillas de azúcar y otros dulces, porque según ellas, no servían unos manuscritos cuyos renglones eran unas cadenitas completamente ilegibles. Textual. Hicimos comprender a las madres el error en que estaban y les recomendamos se abstuvieran de tostar el manuscrito citado y dos canastas de cartas y papeles sueltos que aún quedaban del Obispo Leyva y del padre Castro; y como prometieron hacerlo así, creemos que lo cumplirán y se conservarán estos papeles para cuando haya en Castro alguien curioso que los examine y estudie. En el Ensayo para una biblioteca de libros raros y curiosos podrá ver el lector el extracto hecho por Gallardo de los manuscritos de Castro y se podrá calcular lo que la ignorancia de estas señoras ha causado a las letras patrias y a la historia de su pueblo. Después de todo, la culpa, más que de ellas, fue de los visitadores de la diócesis que han debido impedir tal desaguisado”.

Biblioteca Tomás Navarro Tomás (CSIC)
      Esta segunda versión, sobre los avatares de los papeles viejos de las monjas, es anterior en el tiempo a la que encubiertamente (Rodríguez Carretero menor) da en su “Ensayo de un catálogo bibliográfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba”, publicado a expensas del Estado en 1916, tras ser premiada la obra por la Biblioteca Nacional en concurso público. Estimo, que sería precisamente esa publicidad la que le obligara a ser más cauto a la hora de atribuir responsabilidades a quienes deberían haber impedido “tal desaguisado” (la diócesis).
      Lo que parece que si surtió efecto, fueron los consejos y regañinas para con las monjas y esa especie de desiderata de preservación a merced de futuros curiosos.
     Un sacerdote de origen castreño, don Francisco Navajas Camargo, a la sazón, claustral del Seminario de San Pelagio Mártir de Córdoba, en el acto inaugural del curso académico 1916-1917, ocuparía la tribuna para, durante cuarenta minutos,  pronunciar  “un magistral discurso biobibliográfico sobre el insigne don Juan de Leiva Cordobés, uno de los más preclaros alumnos del Seminario”. 

El Defensor de Córdoba
      Este trabajo, vería la luz finalmente a través de la imprenta, ese mismo año de 1916.
      No es el caso de los famosos manuscritos referenciados por Bartolomé José Gallardo salidos de la pluma del carmelita castreño Fray Juan de Castro. De toda su obra, la que, a mi juicio, pudiera tener algún mérito o interés, desde el punto de vista historiográfico, es aquella, que el propio Gallardo tuvo en sus manos y extractó en su "Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos", intitulada “De los escritores naturales de Castro del Río…”, en agradecimiento a la amistad salvadora que trabara con aquel casi nonagenario fraile, durante sus años destierro o confinamiento en la villa del Guadajoz.
     Mi sorpresa fue mayúscula, cuando, documentándome para la entrada en la que me ocupé del trato, “entre garamantas fieros”, dispensado en Castro al ilustre polígrafo y “príncipe de la bibliografía española”, me topé con una referencia que me hizo concebir esperanzas sobre la posibilidad de que el citado manuscrito se mantuviese vivo.
      Fui dando los pasos pertinentes hasta poder verificar su existencia. La obra “De los escritores naturales de Castro del Río”, pude contrastar que se hallaba catalogada, con la signatura  M-90, dentro de la colección de manuscritos de la Biblioteca de la  Universitad de Oviedo. Cursada y atendida la solicitud, he conseguido finalmente ponerla delante de mis ojos. La posibilidad de que pudiera tratarse de una copia del original, quedó descartada desde un primer momento, por la guarda del mismo donde se dice: “fue comprado en Toledo a un sobrino y heredero del Sr. B.J. Gallardo”.



     Cómo es de bien nacidos ser agradecidos, y los profesionales de esta biblioteca han tenido el gesto generoso de ponerla a disposición de todos los castreños (las gestiones se han hecho a través de la Biblioteca Pública Municipal), cual era mi propósito, que menos, que reconocer el trabajo de esta institución universitaria asturiana, con un video ilustrativo sobre su riqueza bibliográfica y documental, que además nos permite informarnos sobre la también azarosa historia de sus fondos:




      ¿Qué quieren decir esas anotaciones en la guarda?

      Si tenemos en cuenta que Fray Juan de Castro fallece en 1828, estando aun Gallardo desterrado en Castro, habría que contemplar la posibilidad de que el fraile hiciese a su amigo “el bibliógrafo” custodio de su más preciada y preciosa obra. No descarto tampoco, que Gallardete, haciendo gala de esa fama de “bibliopirata”, que le atribuyera Serafín Estébanez Calderón, aprovechándose de la soltura con la que se movía por la biblioteca del convento del Carmen, del que era vecino, pudiera haber arramblado con ella al abandonar la villa.
      De cualquier manera, por las circunstancias que fueran, se evitó que esa obra estuviese entre las que el padre Castro legara a su muerte a las monjas dominicas o pasaran a su convento después de la exclaustración del Carmen. Lo más probable, en caso contrario, es que hubiera sido horneada en primera instancia por aquellas monjas encargadas de la dulcería, o en un postrero momento, pasto de las llamas provocadas por la furia desatada por "descontroladas hordas iconoclastas” que asolaron el convento tras la militarada del 18 de julio de 1936. El manuscrito sobre la fundación, ya referido, de Fray Pedro de Jesús, le presuponemos perdido en aquel segundo y también fatal envite contra el patrimonio histórico artístico de la localidad.

      En adelante, una vez leído y desgranado detenidamente este opúsculo, iré derramando todo aquello que considere de interés, así como me veré obligado a reeditar, con los nuevos aportes, las entradas dedicadas a Juan José Jurado Valdelomar y al propio Fray Juan de Castro. Curiosamente, a Fray Miguel Rodríguez Carretero, coetáneo y hermano de orden, no le dedica apartado alguno, es más, en un primer visionado realizado, a salto de mata, no he sido capaz de encontrar si quiera una mención.   

  

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